domingo, 30 de mayo de 2010

AN EDUCATION, un bonito papel de regalo.

“Esta película la ves en la tele y no vale nada” me dijo un amigo a la salida de la proyección. Si fuera una expresión mía, un tipo que se niega por sistema a ver películas en pantalla pequeña, podría pecar de falta de objetividad. Desde luego no todo el mundo dispone de lugares de proyección donde se pueda disfrutar más allá del cine comercial (sea éste bueno o malo, ya que cada vez se utiliza más este adjetivo de forma peyorativa), pero tampoco nos escudemos en ello para no hacer un esfuerzo porque, sinceramente, el home cinema, de cinema, nada.
Si a pesar de ello vas a descargarte la película, asume las consecuencias (estéticas y legales), y no caigas en el error de equiparar un Caravaggio con la reproducción en una lámina.
Si vas a verla en el cine, disfruta de su puesta en escena, de su rodaje en exteriores, de su fotografía y de una dirección artística impecable, ya que del resto de aspectos flaquea considerablemente, desde la trama (el final se adivina desde el minuto cero) hasta los actores (que no, que Carey Mulligan no convence ni a mi portero).
Podría explayarme sobre los defectos y virtudes de la película, pero sinceramente me molesta este despilfarro de medios: me disgusta que aparezca un impecable y espléndido Bristol 405 como si fuera un personaje más de la película (el mejor, podría decirse, a tenor de lo visto), me decepciona que esa carrera de galgos magníficamente bien resuelta se encuentre entre escenas vacías de contenido.
Desde luego no tengo nada en contra de películas con aparente narrativa cero (El cant dels ocells, Two lane blacktop), pero An Education es justamente lo contrario: una obra envuelta en una honrosa trama (el papel de las futuras mujeres en la Inglaterra de los años 60) que se va tornando incolora, inodora e insípida a medida que va cayendo el papel de regalo.

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