miércoles, 3 de noviembre de 2010

TRAINSPOTTING, apostando a no ganar jamás.

Éste es el título de una fotografía que Alberto García-Alix se toma mientras se inyecta heroína. Como Danny Boyle, director de la cinta, no hace un drama de la droga. Al contrario, no pierde un ápice de la frescura y comicidad que Irvine Welsh plasmó en su novela.
Gracias al guión adaptado de John Hodgey y de la fotografía de Brian Tufano, colaboradores habituales de Boyle, consiguen adentrarnos en el sinsentido de una adicción tan terrible como la de la heroína, en el delirio del síndrome de abstinencia, las repercusiones que tiene en amigos y familia… todo de una forma hilarante y trágica, con una potencia visual que hace que en pocos planos se pase de una escena familiar a una sobredosis, sin perder el hilo narrativo.
Ewan McGregor, en la piel del ambiguo protagonista Mark Renton, desprende un magnetismo mezcla del Alex de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971) y del Alfie de… Alfie (ídem, Lewis Gilbert, 1966). Definido en la película como “uno de esos chicos silenciosos y delicados […], un poquito chiflado, un poquito malo”, se encarga de recorrer Edimburgo entre bajones y subidones de heroína.
Renton, junto con sus así llamados colegas, parecen anclados en el pasado. La novela está situada a finales de los 80, situaciones que conservan los personajes, trasladados a la época actual de la película, mediados de los 90, apareciendo fuera de contexto a ojos del espectador, pertenecientes a otro lugar, efecto que acrecienta el uso de heroína en una época que arrasa el éxtasis.
Este tratamiento realista y trágico de la adicción, por un lado, pero con una estética innovadora y por momentos cercana al surrealismo, por el otro, crea un ambiente de realismo mágico, hilvanado por unos diálogos crudos, irónicos, alejados de la realidad.

1 comentario:

  1. Interesante apreciación la del triunfo del éxtasis en esa época.
    Paul Oakenfold, Danny Rampling y un tercero venían, años atrás, de vivir Ibiza y trasladar el suño balear -el espíritu del gran Alfredo Fiorito, residente en Amnesia- a la city londinense, gris y atonal en el 88. fueron ellos los que introdujeron el E en Londres, en sus sesiones de club donde le direon la vuelta al concepto de baile británico, tan enconado en los rares grooves.
    Otro día más.

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