Decía un amigo que hacer un documental de un concierto era como mezclar un rioja con gaseosa: de dos cosas buenas sale una chapuza. De los conciertos, si la banda sigue activa y no se ha reunido por dinero, nada como ir a su directo.
A los Stones todavía les quedan años, pero lo que ha hecho Scorsese es lo más parecido a un concierto suyo que vas a encontrar. Falta el sudor, el tabaco y el alcohol, las colas, faltan los nervios y las copas de después, pero en ningún momento te sentirás defraudado.
Muchos de nosotros esperábamos un documental sobre los entresijos de la banda, sus
momentos privados en camerinos, sus secretos confesables, la versión stoniana de El último vals (The Last Waltz, 1978). En cambio nos ha entregado el mejor concierto filmado desde el Zoo TV Live from Sydney de U2 (David Mallet, 1994), demostrando que ni Scorsese ni los Stones, ni el rock ni los documentales han muerto.
Rodado en el Beacon Theater de Nueva York, seguramente haya sido una de las últimas oportunidades de verlos en un recinto cerrado y de una forma tan próxima (obviamos los pases privados contratados a base de talonario). Para ello empleó Scorsese los dos días de la gira A Bigger Band Tour que tocaron en dicho teatro. Es decir, todo el pseudo documental introductorio sobre la lista de canciones a tocar en vivo que tan de cabeza trae supuestamente a Scorsese no deja de ser una broma hacia los espectadores, poniendo al director como un títere en manos de la banda.
Scorsese enriquece la filmación con una cuidada selección de material de archivo televisivo, de la que parece destacarse más la torpeza de los entrevistadores que las geniales respuestas de los Stones, y cuyos momentos más interesantes radican en las variadas respuestas que dio Jagger a lo largo del tiempo a la recurrente pregunta “¿Hasta cuándo piensan seguir tocando?”.
Nada queda de los salvajes Stones. Son músicos profesionales que se toman muy en serio su trabajo, incluso a pesar de pasarle factura en lo físico a ciertos miembros de la banda (Charlie mirando a cámara y resoplando al acabar un tema, o Keith ayudando a Charlie a bajarse de la batería al final del concierto). Los Hells Angels han sido sustituidos por la familia Clinton (aunque todavía resuena el “Hey, Clinton, I´m Bushed!” que le suelta Keith a Bill Clinton después de esperar y saludar a toda su familia) , los desplantes a cámara por las fotos protocolarias, los ríos de whisky por presumible cerveza sin alcohol en vasos de cartón. Pero cuando arranca un tema, todo esto queda atrás, y sólo ves a una banda de rock (la mejor, por lo menos, en la actualidad, y de largo) a través del enfoque de un director que tiene un concepto de la estética cercano a lo sublime (auque el final baje un poco el tono general, con Scorsese dirigiendo de forma histriónica frente a la cámara)
Como nota interesante observar que cuando la cámara está enfocando de cerca un instrumento, su sonido se potencia sobre el resto. Si Ron raspa las cuerdas en primer plano, destaca sobre el resto de la banda. Este efecto de sonido hace sentirte más cercano a la banda (quien haya estado en alguno de los últimos conciertos cerca de la pasarela, sabrá de qué hablo cuando pasan por encima de tu cabeza). Punto para la tropa de Scorsese.
Resumiendo, un muy recomendable concierto para visionar (en cine, en cine, niños). Pero recuerda, los Stones siguen vivos y volverán a pasar cerca de tu ciudad para sacarte la lengua, así que no lo dudes la próxima vez.
Shine a Light (2008)
País: Estados Unidos, Inglaterra
Director: Martin Scorsese
Estreno 4 de abril de 2008 (España)
Duración: 122 min
País: Estados Unidos, Inglaterra
Director: Martin Scorsese
Estreno 4 de abril de 2008 (España)
Duración: 122 min
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