Aunque llegamos a los dos últimos días del festival (el sábado está dedicado íntegramente a la clausura) conseguimos visionar nueve películas. A saber: cuatro de la sección oficial (Rabia, La vida empieza hoy, Una hora más en Canarias y Habitación en Roma –fuera de concurso-), una de Zonazine (Sol negro), y cuatro documentales (Danza a los espíritus, Autostop al final de la noche –ambas a concurso-, El poeta sin tiempo –sesión especial-, y Pepe Sales: pobres, pobres que les den por el culo –ciclo documental catalán-). Dejamos fuera los cortometrajes, la videocreación y la muestra de cine latinoamericano, entre otras secciones, pero teníamos que elegir, acosados por el limitado tiempo que disponíamos, y por la coincidencia de varios pases a la misma hora.
El balance del festival es agridulce: pocas buenas películas entre tanto intento por llenar las salas abusando de fórmulas de éxito seguro, decepción ante la presentación mundial de la nueva de Medem, pero al mismo tiempo descubrimiento de nuevos directores (Gami Orbegoso, Sebastián Cordero), y ver que el jurado ha apostado por una fórmula de calidad (Rabia) en vez de lo previsible (Que se mueran los feos).
Será necesario que el comité de selección busque un poco más, y no dé una sensación tan poderosa de estar a merced de las productoras.
22/04/2010
La jornada de hoy ha estado marcada por un denominador común: el sexo. Sexo entre mujeres, entre familiares, entre personas mayores, entre diferentes nacionalidades.
Habitación en Roma
Empecemos con la última película (y van ocho) de Julio Medem, Habitación en Roma (dentro de la sección oficial, pero fuera de concurso), donde desarrolla una historia lésbica con una gran economía de medios: dos actrices (Elena Anaya y Natasha Yarovenko), un lugar (habitación de hotel), un tiempo (la noche de San Juan).
La propuesta es muy atractiva, sobretodo viendo el arranque de la película con un hermoso plano secuencia que encuentra a las desconocidas (una rusa, una española) al fondo de una calle, las recoge frente al hotel, y subiendo la cámara, las vuelve a encontrar ya dentro de esa habitación que no abandonarán hasta la mañana siguiente.
Pero a la media hora, cuando terminan el primer polvo, la película se empieza a cuartear, como los frescos renacentistas que decoran la habitación y tanto parecen inspirar a sus huéspedes en conversaciones insulsas. Concluido el coito, empieza el baile de máscaras, donde crean sus respectivos doppelgängers para resguardarse del otro, porque sólo han follado con el cuerpo, pero ahora empiezan a penetrarse el alma.
El problema es que su pasión, sus dudas, sus miedos son exhibidos desde el abuso, y en cuanto quieren expresarlo, los diálogos se alambican, se pierden en un pasado que más que explicar, estorba, agudizado por dos temas musicales reiterativos (una balada de Russian Red, una aria) según sea un momento en que haya que alegrarse o entristecerse, como si fuésemos el perro de Pavlov mirando las escenas de sexo explícito desde una celosía. Esto hace que, a pesar de que sus preciosas y estupendas protagonistas se pasen desnudas casi la totalidad de los 109 minutos, uno se aburra, y agradezca los planos que dan respiro a los personajes, enfocando angelotes o detalles del cuerpo, para que pueda apreciar la muy trabajada y esmeradísima fotografía de un Alex Catalán que considero lo mejor, y con diferencia, de la película.
Medem quiere hacernos partícipes del enamoramiento de dos personas del mismo sexo, aunque una de ellas haya sido hasta el momento heterosexual, pero lo que hace es dejarnos fríos, invadido por el tedio, y con la sensación de que una vez más se ha desperdiciado a una gran actriz como Elena Anaya.
Me quedo con las ganas de ver cómo funciona en el mercado internacional, al cual va claramente dirigido, tanto por su título (Room in Rome, mucho más acorde al toque elegíaco que busca Medem) como por el lenguaje usado, el inglés, a pesar de que Natasha Yarovenko desarrolla su carrera en España.
Puede ser que en el extranjero consideren estos defectos, virtudes.
Sol Negro
Zonazine, la sección de las propuestas más radicales, se cierra con una película que ya tiene dos años de vida, lo que te hace cuestionar, cuanto menos, los criterios de selección.
Proyecto de ex alumnos del Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya, su director, Gami Orbegoso (peruano afincado en Barcelona), cuenta cómo la protagonista regresa a casa tras la muerte de su hermano, reabriéndose las fisuras que intentó dejar atrás: una madre que obvia lo imposible con tal de no estar sola, un padrastro afligido por la muerte de su hijastro y amante. Una historia del daño que causa la ausencia de cariño.
Con este tema, nada del tratamiento es superfluo. El uso intensivo de los primerísimos planos, el desenfoque, la banda sonora ruidista, la cámara siempre en movimiento, sólo hacen acrecentar la angustia de la trama. Entre los fotogramas se cuelan todas las influencias que alguna vez hicieron revolverte en la butaca: Lynch, Noé, Haneke, los Dardenne, pero sobretodo Grandrieux, omnipresente en cada plano.
Orbegoso, a través del tratamiento intensivo de la imagen, consigue desprender cualquier atisbo de moralidad. Cuenta, no juzga. Y entre medias, una no-historia, minutos entrelazados con el argumento por las mismas sensaciones que desprende. Un bonito ejercicio no de retirada, sino de coger carrerilla para encarar el final de la película.
En definitiva, y aun sabiendo que parece una franquicia de Philippe Grandrieux en España, una ópera prima a tener en cuenta, un director que esperemos no sea una rara avis en el panorama patrio.
La vida empieza hoy
Lo reconozco, la comedia española me hace muy poca gracia. En esta película Laura Mañà vuelve a dar una vuelta de tuerca a los tópicos del sexo, y para ello emplea un grupo de la tercera edad. Chistes vacíos, personajes estereotipados, y un ritmo digno de hormigonera para una película que, para asombro, ganó el premio de la crítica.
Rabia
Acabamos la jornada con la sorpresa del festival, una coproducción entre México, España y Colombia, dirigida por un ecuatoriano (Sebastián Cordero) adaptando la novela homónima del escritor argentino Sergio Bizzio. Esta macedonia de nacionalidades viene coronada por el espectacular trabajo del mexicano Gustavo Sánchez Parra (mención especial del jurado) y de los españoles Álex Brendemühl (mejor actor de reparto) y Concha Velasco (en su mejor papel, según lo visto por quien suscribe este texto).
Cordero crea una atmósfera de tensión dosificando inteligentemente el suspense, introduciendo (y eliminando) personajes alrededor de una pareja de inmigrantes sudamericanos que continúan con su amor a pesar de la muerte y la distancia.
El jurado presidido por Ángela Molina apuesta por una película que deja en la cuneta a sus competidoras. ¿Será la próxima Celda 211?
23/04/2010
Hoy nos centramos en otra película a concurso (Una hora más en Canarias), y en las diferentes secciones documentales.
Una hora más en Canarias
Comenzamos la penúltima jornada festivalera con otro producto englobado dentro de las comedias musicales, subgénero que tan buenas rentas ha dado a la industria del cine español, pero que por regla general ni siquiera consiguen su propósito, la simple (pero complicada) labor de entretener. Una hora más en Canarias tira la toalla desde el minuto cero, pasando de entretener a simplemente ayudarte a pasar el rato, y yo para pasar el rato me compro una bolsa de pipas, que es más barato.
Mucho baile, mucho colorido, mucho lío argumental (chica casada que quiere recuperar a su ex ligue, metiéndose por medio hasta el apuntador), y mucho, mucho aburrimiento y vergüenza ajena. Lo mejor, la belleza de Juana Acosta, una colombiana de ojos infinitos. Lo peor, ver metido a un actor como Quim Gutiérrez en cien minutos de banalidad.
El poeta sin tiempo
Fuera de la sección a concurso se presenta este documental dirigido a la par por Nacho Sánchez y Jorge Peña sobre la figura del poeta José Antonio Muñoz Rojas. Bajo un título tan sugerente se recorre la vida del poeta de una forma completamente canónica: desarrollo cronológico, entrevistas a familiares y especialistas, narración en off, declamación de sus versos... Todo tan bienintencionado como plano, tan pulcro como efímero. Justo el tipo de documental que hace que el público no tenga ganas de una segunda experiencia.
Pepe Sales: pobres, pobres que les den por el culo
Como ejemplo del ciclo de documental catalán elegimos el acercamiento que hacen Albert Plà y Lulú Martorell a una figura tan desconocida y fragmentada como el artista Pepe Sales. Poeta, músico, pintor, figura maldita de la Barcelona de los 80, pero que desde hace años tanto Plà con sus espectáculos, como Martorell con sus recopilaciones de textos, han hecho que salga del anonimato.
Documental poliédrico y vitriólico como su protagonista, como sus autores, difícil de digerir, mezcla de homenaje y broma, reivindica el uso del vídeo, del montaje rápido, de que menos (medios) es más (diversión). Albert Plà en estado puro.
Danza a los espíritus
A concurso entraba el nuevo proyecto del genial Ricardo Íscar contando la historia de Mba Owona Pierre, curandero y jefe de Nsola, un pueblo perdido de Camerún. Mezclando la realización de sus rutinas domésticas con la explicación del mito de Evu (la llegada de la muerte al mundo de los humanos, al mismo tiempo que la posibilidad de acceder al lado invisible del universo), nos prepara para la realización de la danza a los espíritus, el tratamiento de los males provenientes de un mundo nocturno poblado de espíritus que atacan a su gente.
Rodado bajo las premisas del antropólogo Lluís Mallart, Íscar lo considera simplemente un documental “de creación”, en vez de “antropológico”, notándose el toque Portabella de la producción.
Casi sin querer, Íscar nos adentra en un mundo que parecía perdido, casi prehistórico, donde las creencias más ancestrales se revelan las más actuales, haciéndonos comprensible un mundo totalmente críptico para nuestra cultura, pero al mismo tiempo igual de mundano.
Autostop al final de la noche
Mala forma de acabar el día. Todavía no me explico (o prefiero no saberlo) cómo este documental puede haberse colado entre la sección a concurso, y no por el tema, sino por las ínfulas creativas que lo rodean. Cuenta la historia “del tonto del pueblo”, en palabras de su director, un joven rechazado por todos que se refugia en la música, volviéndose un cantautor que quiere ser como Jarabe de Palo pero que se parece más a Albert Plà. La historia de Pedrito podría haber sido verdaderamente interesante si Miquel Àngel Raió no se hubiera entretenido en grabar cielos y farolas como si se le hubiera olvidado apagar la cámara, o si no hubiera repetido casi exactamente las mismas frases, demostrando que el montaje es todavía una asignatura pendiente.
Publicado en http://www.otroscines.com/
Fotografías de Victoria Manjón-Cabeza Clouté